domingo, 23 de enero de 2011

LA RESOLUCIÓN PACÍFICA DE LOS CONFLICTOS EN EL ÁMBITO ESCOLAR





Los vertiginosos cambios culturales, políticos y económicos que se vienen produciendo en la sociedad argentina en las últimas décadas, han generado un progresivo proceso de exclusión social, que muestra un grado creciente de desocupación, pobreza y marginalidad, con un incremento de las tensiones sociales.
Estas tensiones sociales se materializan en conflictos y problemas concretos que afectan al conjunto de la sociedad en mayor o menor medida.
El ámbito escolar, por sus características, se convierte en un punto nodal donde estas tensiones se manifiestan con mayor claridad, complejizando y agudizando los naturales conflictos que se dan en las relaciones interpersonales entre alumnos y entre alumnos y docentes.
La institución escolar asume en esta circunstancia desafíos y responsabilidades que exceden el marco del contrato social por la cual fue creada, y lo hace con estructuras y metodologías, que en el mejor de los casos, han sido funcionales para otras circunstancias distintas de las actuales. (Braslavsky, Cecilia; Frigerio, Graciela; Puiggrós, Adriana; Aguerrondo, Inés; Tenti Fanfani, Emilio; Filmus, Daniel. 1993; Ianni, Norberto y Pérez, Elena.1998; Corbo Zabatel, Eduardo.1999.)
La escuela trata de resolver dichos conflictos, pero éstos en general la agobian y la superan. En el marco de los conflictos de convivencia en particular, tenemos una escuela “reactiva”, es decir que reacciona ante ellos una vez producidos, con escasa capacidad de resolución de los mismos y casi nulas posibilidades de anticipación, ni de prevención. (Ianni, Norberto y Pérez, Elena. 1998.)
En el ámbito escolar como en cualquier otro, los conflictos son parte de la vida cotidiana, pueden ser simples o complejos y en ocasiones violentos. La aparición de hechos de violencia en sus distintas manifestaciones en el desarrollo de un proceso conflictivo puede desembocar en una espiral o escalada violenta que destierra cualquier posibilidad de trabajar desde los aspectos positivos que se pueden encontrar en dichos procesos conflictivos. “En tales situaciones no solo perdemos la oportunidad de aprender y profundizar en la relación a través de un proceso constructivo, sino que deterioramos el clima de convivencia.
Sin embargo, vivimos en una cultura que ensalza directa o indirectamente (sobre todo a través de medios visuales) las «virtudes» de la violencia y se nos muestran modelos de comportamiento ante el conflicto caracterizados por la rapidez y la contundencia.” Por ello es necesario poseer habilidad para manejar los procesos conflictivos desde que surgen, antes que desemboquen en situaciones de mayor complejidad.
Carpenter y Kennedy , citados por Randall Salm, desarrollan un esquema sobre el crecimiento y la intensificación de un conflicto y la denominan “Espiral de conflicto no-manejado”. Plantean que cuando el problema surge, generalmente el número de personas involucradas en él es pequeño y que está limitada la extensión de la naturaleza de los asuntos en cuestión, como así también las percepciones negativas o equivocadas sobre la situación. Luego, se dan una serie de acciones que aumenta la cantidad de personas involucradas en el conflicto, un bloqueo de la comunicación, una intensificación de los sentimientos, la polarización de las posiciones, el uso de amenazas, etc.
El trabajo resalta la importancia que tiene el hecho de poder comprender las respuestas físicas y emocionales que se manifiestan entre las personas involucradas en el desarrollo de un conflicto. Éstas se reflejan a través del estrés, la temperatura corporal, la tensión muscular, la dificultad respiratoria, y un fuerte impulso por pelear o por huir. Entre las respuestas psicológicas más frecuentes cita, la ansiedad, la generación de rumores y exageraciones, la inhabilidad para representar un papel objetivo en la situación y una marcada sensación de angustia.
Todas éstas características planteadas se potencian cuando el proceso conflictivo se da entre niños o entre jóvenes adolescentes.
Los conflictos pueden tener su origen en diferencias culturales, sociales, raciales, religiosas, de opinión, de edad, de poder, de intereses etc., aunque no siempre tales diferencias ocasionan un conflicto. La percepción que las partes posean de tales cuestiones será fundamental para que esto suceda. La mayoría de las personas carecen de las habilidades necesarias para resolver en forma constructiva los conflictos. ( McCarthy, Coleman 1992.)

En los últimos años se ha producido una fuerte corriente pedagógica a nivel mundial que sostiene la insoslayable necesidad de instrumentar una cultura de la paz en todas las escuelas, no solo con el objetivo de mejorar la calidad de las relaciones escolares, sino y muy especialmente, con el objetivo de impulsar los valores que sustentan una cultura de la paz, al seno de la sociedad. (Alzate Sáez de Heredia, Ramón; Johnson, David y Johnson, Roger; Brandoni, Florencia y Marfany Lastra, Eduardo. 1999; Girard, Kathryn y Koch, Susan. 1996; Galtung, Johann. 1985)
Se trata no sólo de generar en las escuelas los espacios, los tiempos, las estructuras y las aptitudes para mejorar la calidad de la convivencia diaria, sino el de propender a una efectiva educación para la paz para todos los miembros de la comunidad educativa.
En estas circunstancias la institución escolar intenta implementar respuestas adecuadas a estos nuevos problemas que se le presentan.
La Mediación como método alternativo en la resolución de conflictos escolares se encuentra enmarcada dentro de esta corriente de pensamiento, considerándosela no solo como una herramienta concreta para resolver conflictos, sino además como una verdadera instancia de aprendizaje y crecimiento, tanto personal como grupal. Distintos especialistas y autores nacionales y extranjeros la evalúan como muy beneficiosa. “La mediación es una tecnología social que posee un altísimo potencial educativo. Quienes pasan por el proceso no solo tienen la posibilidad de resolver sus disputas, sino que también aprenden a ponderar mejor sus necesidades y las de los demás, mejoran su comunicación con los otros e incorporan reglas básicas de convivencia social.”

Por lo expuesto, en la escuela los conflictos adquieren una gran relevancia porque nos permiten trabajar en los mismos, con vistas no sólo a solucionar de modo pacífico las disputas que de ellos puedan generarse, sino y muy especialmente, porque constituyen una trascendente oportunidad educativa.
Quienes aprenden a manejar positivamente los conflictos en la escuela, pueden transferir estas habilidades a la prevención y/o resolución de futuras situaciones conflictivas producidas en otros contextos.


Mgter. Pedro Antonio Poblet
Miembro de la Comisión Educación UCR BS AS